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"Aletheia era en la antigua Grecia el nombre de la verdad. Significa literalmente no-olvido. Tanto es lo que no hay que olvidar como lo que no se puede olvidar. En el mito platónico lo que no es posible olvidar es la pérdida de origen que ha dado a la consciencia el estatuto de engaño. Pero dicho en...
"Aletheia era en la antigua Grecia el nombre de la verdad. Significa literalmente no-olvido. Tanto es lo que no hay que olvidar como lo que no se puede olvidar. En el mito platónico lo que no es posible olvidar es la pérdida de origen que ha dado a la consciencia el estatuto de engaño. Pero dicho engaño esconde en su seno la verdad de la pérdida y del propio extrañamiento, que en la clínica nombramos como inconsciente. La verdad remite a una pérdida de realidad, y la palabra es su testimonio. No hay, pues, relación posible entre verdad y certeza. El sujeto psicótico se adentra en el callejón sin salida de esa confusión (entre verdad y certeza). El estatuto de no-olvido de la pérdida originaria de realidad se muestra en la angustia. El sujeto está radicalmente afectado por la pérdida de identidad, y la angustia es su imposible olvido. Marx toma como característica propia del capitalismo la “fractura entre individuo y sociedad”. El “individuo” ha de negarse como tal y convertirse en mercancía para tener una “identidad” social. Dicha fractura remite a la escisión entre yo y sujeto. Si el yo es una unidad nunca conseguida, el sujeto es la “verdad” o no-olvido de su no coincidencia consigo mismo ni con el mundo. De ahí la angustia y el empuje a la violencia. ¿Cómo, por el contrario, la imposibilidad del olvido puede abrir la posibilidad del amor, la de compartir una común y radical exclusión? Aletheia era en la antigua Grecia el nombre de la verdad. Significa literalmente no-olvido. Tanto es lo que no hay que olvidar como lo que no se puede olvidar. En el mito platónico lo que no es posible olvidar es la pérdida de origen que ha dado a la consciencia el estatuto de engaño. Pero dicho engaño esconde en su seno la verdad de la pérdida y del propio extrañamiento, que en la clínica nombramos como inconsciente. La verdad remite a una pérdida de realidad, y la palabra es su testimonio. No hay, pues, relación posible entre verdad y certeza. El sujeto psicótico se adentra en el callejón sin salida de esa confusión (entre verdad y certeza). El estatuto de no-olvido de la pérdida originaria de realidad se muestra en la angustia. El sujeto está radicalmente afectado por la pérdida de identidad, y la angustia es su imposible olvido. Marx toma como característica propia del capitalismo la “fractura entre individuo y sociedad”. El “individuo” ha de negarse como tal y convertirse en mercancía para tener una “identidad” social. Dicha fractura remite a la escisión entre yo y sujeto. Si el yo es una unidad nunca conseguida, el sujeto es la “verdad” o no-olvido de su no coincidencia consigo mismo ni con el mundo. De ahí la angustia y el empuje a la violencia. ¿Cómo, por el contrario, la imposibilidad del olvido puede abrir la posibilidad del amor, la de compartir una común y radical exclusión?"
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