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«El verdadero flâneur camina en un sentido hasta que un coche que pasa delante de él, un apuro cualquiera, un escaparate que hace esquina, un empujón o un codazo le invitan a tomar otra dirección. De accidente en accidente, de empujón en empujón, el flâneur va, viene, vuelve otra vez y puede acabar ...
«El verdadero flâneur camina en un sentido hasta que un coche que pasa delante de él, un apuro cualquiera, un escaparate que hace esquina, un empujón o un codazo le invitan a tomar otra dirección. De accidente en accidente, de empujón en empujón, el flâneur va, viene, vuelve otra vez y puede acabar encontrándose o muy cerca o muy lejos de su casa, según los designios del azar.»
Paseante ocioso, agudo observador de la muchedumbre, la figura del flanêur apareció a principios del siglo XIX por los bulevares y pasajes de París coincidiendo con el levantamiento de la gran ciudad moderna. Fisiología del flanêur, publicado en 1841, representa uno de los intentos más precoces de fijar su arquetipo. Louis Huart relata con gran sentido del humor quién era y cómo vivía ese hombre a quien Balzac definió como el único «verdaderamente feliz en París». Buenas piernas, oído fino y vista aguda son sus cualidades, pero quizá el flanêur hoy represente algo más: un peculiar ejemplo de solitaria felicidad.
Louis Huart (Tréveris, 1813- París, 1865) fue periodista, escritor y director de teatro. Colaboró con las principales revistas satíricas de la época como el Moniteur du Commerce o Le Charivari, de la cual fue también editor. Paralelamente a su actividad como periodista debutó también como escritor, atacando en sus obras a las celebridades de la época, siempre con un humor mordaz pero nunca ofensivo. Entre 1841 y 1842, bajo el título genérico de Fisiologías, publicó pequeños y divertidos tratados sobre las costumbres de los parisinos, que acabaron convirtiéndose en un fiel retrato de la época y gozaron de gran popularidad. Desde 1849 dirigió el Teatro del Odéon, y en 1855 fundó el Théâtre des Folies-Nouvelles, el actual Teatro Déjazet, que acabó vendiendo en 1859. Finalmente la viruela interrumpió su frenética actividad literaria y artística.
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