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?(?) los años del pasado se diluyen en la dorada y vaporosa atmósfera de la tarde veraniega del presente, somos otra vez niños y nos recorre como un hálito espiritual el barrunto de lo supremo que quiere revelarse en la capacidad humana?. Así escribía Hugo von Hofmannsthal diez años después de la te...
?(?) los años del pasado se diluyen en la dorada y vaporosa atmósfera de la tarde veraniega del presente, somos otra vez niños y nos recorre como un hálito espiritual el barrunto de lo supremo que quiere revelarse en la capacidad humana?. Así escribía Hugo von Hofmannsthal diez años después de la temprana muerte de Edgar Karg von Bebenburg. Jamás se extinguieron en él la imagen del amigo y el sonido de los exaltados ánimos juveniles. Ninguna otra parte de su inagotable correspondencia epistolar se inscribe tanto bajo el signo de la juventud y de la amistad juvenil como la mantenida con Karg, ninguna ilumina tanto la juventud personal del poeta, su singular atmósfera y el círculo existencial de los jóvenes aristócratas en aquella vertiente del siglo. No es ésta una correspondencia epistolar literaria. Edgar Karg no era un intelectual, no era un artista. Cuando se encontró por primera vez con Hugo von Hofmannsthal, en agosto de 1892, en el Wolfgangsee, era un simple cadete de la Marina. La profesión de marino le trasladó a lejanas regiones del mundo, pero una enfermedad pulmonar puso pronto fin a su vida. Edgar Karg von Bebenburg falleció en junio de 1905, cuando aún no había cumplido los treinta y tres años. ?Estos días?, escribía Hofmannsthal a Bodenhausen, ?he perdido a uno de mis más queridos amigos de juventud, una de las personas mejores y más exquisitas, víctima de una terrible enfermedad.?
?En algunos aspectos recuerda las figuras talladas en madera?, observa Mary E. Gilbert: así debió de atraer Karg al poeta con su espontaneidad, con aquella vitalidad que irradiaba inalterable incluso bajo el sufrimiento, con su abierta cordialidad, su fidelidad y su receptividad henchida de sensibilidad. Era una persona capaz de comunicación viva y pura, necesitado de aprendizaje y de buenos consejos. Hofmannsthal dedicó en 1904 su ensayo epistolar Die Briefe des jungen Goethe (Las cartas del joven Goethe) al teniente de navío E. K. Pero esta amistad no se acreditaba tan sólo en los nobles y elevados sentimientos que recuerdan los vínculos de los jóvenes románticos y nazarenos. Hofmannsthal ayudó a Karg con consejos prácticos y aportaciones económicas y se esforzó por buscar soluciones a algunas situaciones embrolladas de su vida. Pero este diálogo epistolar es, sobre todo, testimonio de la atmósfera austriaca, vienesa, en la que se ha desarrollado.
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